jueves, 7 de noviembre de 2013

Yo quiero, yo puedo… educar para una comunicación positiva


Susan Pick

Presidenta Yo quiero, yo puedo (IMIFAP)

Un ingrediente clave para que las relaciones interpersonales sean una fuente de satisfacción y crecimiento es que la comunicación sea efectiva y positiva. Esto es algo que podemos enseñarle a nuestros hijos en casa y a nuestros alumnos en la escuela. Veamos.
No es raro escuchar comunicaciones en las que:
  1. Le echamos la culpa a otra persona por un posible error. Ejemplos de esto son: “Es que me dijiste que hiciera eso”, “Es tu culpa”, ¡“Es que si hicieras las cosas de otra manera!”. En lugar de este tipo de mensajes podemos usar la primera persona (ej empezar las frases con “Yo” no con “Tú” y consultar o sugerir en vez de atribuir. Por ejemplo podemos simplemente decir: “Considero que las canastas se pueden construir de esta otra manera, ¿Te gustaría que te enseñe?”, “Yo creo que podrías hacer esto en menos tiempo si te organizas haciendo una lista de pendientes”, “Qué te parece si nos sentamos a analizar lo que sucedió y juntos buscamos una solución”. De esta manera estaremos tomando en nuestras manos la responsabilidad de lo que decimos y estaremos ayudando a que la otra persona no se sienta atrapada y se ponga a la defensiva. Para que la comunicación sea efectiva y clara, es mejor no atribuirle a otra persona ideas o razones que son interpretaciones nuestras. Por ejemplo “Seguramente llegaste tarde porque no me querías ver” en lugar de decir “Me molestó que llegaras tarde. Por favor la próxima vez que te retrases avísame para calcular mis actividades”.

  2. Cuando algo sale mal criticamos y hacemos sentir mal a la persona en su totalidad, le ponemos calificativos y hasta etiquetas que muchas veces dañaran nuestra relación con dicha persona. En lugar de esto podemos referirnos únicamente a la conducta que nos molestó. Por ejemplo: “Eres un tonto”, “¡Pero que lenta eres, que bárbara!”, “Nunca he visto a alguien con tan poca responsabilidad”. Hablar de una conducta, de ejemplos concretos o brindar sugerencias constructivas, en lugar de resaltar los errores y criticar a la persona lleva a mejores resultados. Por ejemplo, los mensajes anteriores pueden cambiarse por las siguientes frases: ”Me encantaría apoyarte en aritmética. ¿Qué te parece si nos sentamos juntos para ver como hacer sumas y restas?”, “Entiendo que te cueste trabajo armar ese rompecabezas y por eso te has tardado un poco más de lo planeado”, ¿Qué tal si haces grupos de piezas por color para que te sea más fácil la búsqueda?”. Para el tercer ejemplo una comunicación más positiva sería: “Sugiero que tengas un calendario en el que vayas apuntando día a día lo que tienes que hacer, así te será más fácil darle seguimiento a cada actividad. ¿Qué te parece?”



viernes, 18 de octubre de 2013

Yo quiero, yo puedo… apoyar a mis hijos para expresar sus emociones

Susan Pick
Presidenta de Yo quiero, yo puedo (IMIFAP)


Con frecuencia educamos a nuestros hijos bajo la concepción de que deberán expresar solo sentimientos positivos para así mostrarse siempre agradecidos y quedar bien con terceras personas; es decir, limitarse en la expresión de sus afectos y sentimientos. Estudios científicos muestran que aprender a expresar toda la gama de emociones, desde las que disfrutamos y que son socialmente más aceptadas tales como alegría, diversión y agradecimiento hasta las que nos cuestan mas trabajo como pueden ser preocupación, tristeza o enojo, es de gran importancia tanto para la salud física como emocional de las personas. Enseñarles a nuestros hijos desde edades tempranas y a lo largo de todo su desarrollo, a contar con este manejo les da una excelente base para un desarrollo sano y les ayuda a crecer de manera madura y balanceada.

Primeramente tenemos que tener claro que todas las personas independientemente de nuestro género, edad o condición educativa o socioeconómica tenemos el derecho a decir lo que sentimos…reír, llorar, abrazar, enojarnos, preocuparnos, expresar pena, culpa, miedo, acuerdo o desacuerdo.

Asimismo tenemos el derecho a callar cuando no queremos o no podemos expresar algo. Lo que NO se vale es hacerle daño a otras personas por lo que decimos o por la manera en la que lo hacemos. Así por ejemplo, es válido enojarse. Pero hay que aprender a hacerlo de manera que no nos hagamos daño ni a nosotros mismos ni a los demás.

Veamos algunas ideas para apoyar a nuestros hijos e hijas en este aspecto de su crecimiento.
1. Hacer juntos una lista de emociones, afectos y/o emociones y conversar acerca de las diferentes maneras de expresarlos. Así por ejemplo, alegría mediante la risa, cariño mediante un abrazo, enojo explicando que se está enojado y las razones de ello y tristeza llorando.
2. Platicar acerca de las emociones que más trabajo nos cuesta expresar y las que más se nos facilitan así como las razones de ello..Podemos analizar la importancia de sentirse cómodos expresando cada uno de estas. Asimismo podemos incluir ejemplos de problemas en los que las personas se meten por no expresar lo que sienten. Así por ejemplo al no decir que estamos tristes, otras personas nos pueden seguir exigiendo que hagamos algo que no podemos hacer en ese momento; al no expresar abiertamente que estamos agradecidos se puede interpretar como que no estamos a gusto.
3. Con el fin de evitar malos entendidos en la comunicación es indispensable expresar lo que sentimos de manera abierta, clara y directa, sin rodeos, sin agresiones y sin alzar el tono de voz.
4. Hacer una lista de situaciones (romper una piñata, ir a una fiesta aburrida, hacer tarea, jugar pelota, bañarse, recibir un regalo que nos gusta) y las emociones con las que se relaciona cada una.

Yo Quiero, Yo Puedo (IMIFAP) es una ONG que desde hace casi 30 a;os busca despertar el potencial de cada persona mejorando su calidad de vida. Yo Quiero, Yo Puedo (IMIFAP) ha facilitado las herramientas con más de 20 millones de personas que han ampliado sus oportunidades, participado como ciudadanos y tomado el control de sus vidas. 



viernes, 11 de octubre de 2013

Yo quiero Yo puedo… ahorrar y empezar mi negocio. El esquema de microfinanzas comunitarias como generador de economía local.



MSc. Víctor Mendoza García


La historia de las microfinanzas se ha popularizado a partir de 1983, cuando el Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus crea en Bangladesh en banco Grameen para generar instrumentos de crédito a la población con pobreza económica de su país. A decir del propio Yunus, los pobres no tenían acceso al crédito precisamente por el hecho de ser pobres, pero pudo demostrar que a pesar de su insolvencia, los pobres eran gente de confianza que asumían sus compromisos. Lo anterior era más palpable cuando los créditos se destinaban a mujeres.
En 1985, nace el Instituto Mexicano de investigación de Familia y Población, A.C. (IMIFAP). Entonces, el Instituto se avocaba a desarrollar programas de atención a la salud de mujeres. En 2002 surge el primer programa de ahorro y microfinanzas dentro de la institución.
A partir de la creación del programa de microfinanzas y ahorro comunitario, se han establecido sistemas de ahorro donde los grupos de ahorradores denominados bancos comunitarios comienzan el emprendimiento de proyectos productivos apuntalados con sus propios recursos. De esta experiencia se han desprendido diversos proyectos productivos que dieron paso a la constitución de microempresas. 
Por definición, microfinanzas se refiere a los programas de financiamiento para clientes de bajos ingresos. Hablamos de microcréditos cuando los servicios financieros están determinados para clientes que invierten en algún proyecto que le permitirá generar ingresos. 
Con los programas Yo quiero Yo puedo, se han generado procesos locales de desarrollo en donde el objetivo central es el rompimiento del ciclo de la pobreza económica a partir de la reducción o eliminación de barreras psicosociales como son el miedo, la pena y la culpa entre otros. A partir de talleres vivenciales de formación, se pretende que los participantes se vuelvan agentes de cambio y que desaten procesos organizativos y proyectos de bienestar social.
El programa de microfinazas de Yo quiero Yo puedo implica la formación de organizaciones  para la constitución de grupos de ahorro y crédito llamados “bancos comunitarios”. El banco comunitario es un pequeño grupo de 10 a 30 socios. Generalmente se componen de familias extendidas y vecinos de la misma comunidad. El proceso formativo inicia con el acta constitutiva del banco y la elaboración de su reglamento interno donde los socios deciden el monto de ahorro semanal, la tasa de interés y el nombre del banco. El ahorro mínimo debe ser de $20 semanales y los ciclos de ahorro se cierran a las 16 semanas, que es también el periodo de duración de la administración del comité (presidente, secretario y tesorero). Al finalizar el ciclo se hace un cierre del ejercicio y un corte de caja. Los socios deciden libremente si permanecen en el banco y de la misma forma, determinan el destino que darán a sus ahorros e intereses generados. Se nombra a un nuevo comité a quien se le confían los ahorros de los socios y se entrega la cartera de créditos, si hubiere, para su seguimiento y cobranza. 
Hemos observado que las microfinanzas comunitarias a este nivel resuelven problemas de liquidez local. Los créditos solicitados generalmente son destinados a la compra de alimentos, artículos escolares y para satisfacer una necesidad repentina de efectivo como en caso de gastos derivados del curso de una enfermedad en la familia. En menor escala, se otorgan microcréditos para el emprendimiento de una actividad productiva, para lo cual se aplica el mismo mecanismo y reglas de financiamiento. 
Una vez que un banco comunitario está en funcionamiento, el proceso de formación fortalece el trabajo organizativo lo que resulta en que los ahorradores puedan emprender un negocio que resuelva no solo una necesidad económica de manera constante, sino también que atienda una necesidad sentida en la comunidad. Desde el inicio del planteamiento del negocio, los grupos están conscientes de la responsabilidad social que deben cubrir. A partir del conocimiento local, los grupos plantean oportunidades de negocio que resuelvan carencias locales pero además que disminuyan problemáticas sociales como la falta de alimentos, deterioro ambiental o bien, que fortalezcan las expresiones culturales. El hecho de que la microempresa se genere dentro de un grupo de ahorro, permite que los emprendedores tengan una experiencia previa de trabajo en equipo, manejo de efectivo y que hayan establecido mecanismos de control y manejo de conflictos internos. Estas son habilidades deseables que favorecen el florecimiento de las actividades productivas en organización. 
El contexto local
La llamada región mixteca es una zona geográfica que se caracteriza por ser el territorio habitado por los Ñu Savi. La falta de condiciones óptimas para el desarrollo económico y la creciente necesidad de bienes de consumo han orillado a los pueblos mixtecos a la venta de su mano de obra fuera de su territorio. El fenómeno de la migración ha impactado en la composición del tejido social. Dada la alta expulsión masculina, muchos hogares han quedado bajo la jefatura femenina (López, 2012). Estos fenómenos hacen que las mujeres se re-definan y en muchos casos tomen el rol de proveedoras del hogar además de incorporarse en la arena pública de la toma de decisiones en la comunidad. En estas condiciones es que se crea el banco comunitario de Santiago del Río integrado en su totalidad por mujeres.
El principal problema para la integración del banco fue la carencia total de ingresos económicos de las mujeres en la localidad. De esta manera fue que se organizaron en torno a una actividad productiva que les permitiera generar ingresos económicos a partir de la transformación de los productos locales. Así fue que comenzaron a capacitarse en la manufactura de mermeladas. Los costos para la capacitación, la instalación del taller y compra de insumos se financiaron a partir de donativos con el fin de comenzar y fortalecer su actividad productiva. Finalmente, en el año 2011, se logró colocar sus productos en la primera cadena de autoservicios del país. Una limitante observada es que a la fecha, las socias ocupan las utilidades de la actividad en el mantenimiento del hogar. Hasta ahora no se han planteado la posibilidad de reinvertir para el crecimiento de su empresa.
Un decir constante en el mundo de las microfinanzas es que las mujeres son muy buenas administradoras y no menos que excelentes pagadoras. El propio Yunus nos dice:
El dinero que llegaba a la familia a través de las mujeres se traducía en muchísimo más beneficio para la familia que la misma cantidad de dinero llegada a la familia a través de los hombres, en todos los casos.
…si la madre era la prestataria, invariablemente el beneficio del préstamo iba directamente a los hijos. Nunca se veía nada distinto. El impacto de los ingresos de la madre en los hijos y las hijas de la familia es muy visible. Otra cosa que se nota es que ella maneja el dinero que recibe del banco con muchísima precaución y cuidado. Eso viene de la propia experiencia que tiene como mujer en una familia pobre: desarrolla la habilidad de gestionar recursos escasos en la familia.
Sin embargo,  el hecho de que las mujeres sean buenas administradoras de los recursos domésticos y de las microfinanzas, no es sinónimo de que tengan cualidades para ser empresarias. 
El sexo oculto del dinero
Se dice que un empresario es aquel que utiliza el dinero y el trabajo de otros para sus propios fines con la intención de generar riqueza a partir de la utilidad que el dinero le puede proporcionar y de la plusvalía derivada de la mano de obra ajena. Bajo el esquema de microcréditos de los bancos comunitarios, el capital empleado para el emprendimiento no es totalmente externo, sino que se espera que se utilicen los capitales propios del fondo de ahorro. Por otro lado, una de las ventajas presumibles de la actividad es que las socias aporten su propia mano de obra para la operación del proyecto productivo. Bajo esta concepción tradicional, no podemos asumir que hablamos de verdaderas empresarias, mas aún, el uso de recursos propios, acarrea consigo una serie de complejidades que valdrá la pena revisar.
Clara Coria, psicoanalísta y feminista, en su obra “El Sexo Oculto del Dinero”  (Coria, 2001), hace un análisis sobre la relación que las mujeres tienen sobre la generación y el uso del dinero y cómo éstas relaciones están íntimamente determinadas por la representación social de los roles de género, siendo que a través de la construcción social de los géneros, las mujeres adquieren una relación inequitativa con el uso del dinero lo que las pone en desventaja ante el manejo masculino de los recursos económicos.
La autora menciona que dada la moral aprendida en las sociedades judeocristianas, a las mujeres se les ha dejado al margen del uso del dinero públicamente. De hecho el trinomio mujer-espacio público-dinero, lleva implícita una referencia a la prostitución. Por otro lado, en el varón, la misma fórmula hombre-espacio público-dinero implica una posición de éxito y de virilidad. En este sentido, el hecho de generar dinero y su uso en la arena pública conlleva en las mujeres un sentimiento de culpa que las acompaña a lo largo de su vida y que no desaparece del todo, aun cuando la mujer se considere lo suficientemente independiente. 
Esta condición de culpabilidad hace que la mujer busque su redención en el uso de su dinero en el bienestar de la familia. Es común entre las socias de los bancos comunitarios que el destino de su ahorro y las utilidades de sus pequeñas empresas se destinen a satisfacer la alimentación, vestido y educación de los hijos principalmente. La mujer interpreta este gasto como una inversión a largo plazo, sin embargo, son los bienes materiales (vehículos, inmuebles y demás activos fijos de las empresas) manejados por el hombre lo que en realidad constituye un patrimonio tangible del cual las mujeres se autoexcluyen, manteniéndose en una posición que les niega la posibilidad de situarse como empresarias que piensen en actividades que requieren un uso de inversiones y gasto mayor.
La autora establece dos dimensiones del dinero lo que en su obra llama dinero chico y dinero grande. El primero es aquel del ámbito doméstico que sólo es evidente en la ausencia. Es en esta arena donde la mujer toma decisiones. Por otro lado, el dinero grande, ligado a los bienes visibles, es manejado por los hombres. En el campo de los microcréditos, observamos también que éstos son los destinados a  proyectos de mujeres (etiquetados como “micro” desde la programación presupuestal pública). En contraste, los proyectos que implican mayor inversión casi siempre son operados por grupos de hombres o involucran a éstos en la administración de los recursos económicos.
En síntesis, respecto al paradigma de la generación de ingresos como indicador de desarrollo humano, Coria concluye que al evaluar el grado de independencia de una persona, se debe tomar en consideración su capacidad para usar el dinero con autonomía y no solamente la capacidad que ésta tenga para generarlo. El hecho de ser hábil en generar recursos económicos no implica que se haya creado de igual manera la habilidad para usarlo con autonomía y en pos de un desarrollo personal sustentable. En otras palabras, la definición de empresaria nos remite a la premisa invariable de que ésta tiene la capacidad de usar el dinero (propio o ajeno) con plena autonomía.
Ante esta disyuntiva, la tarea se vuelve incluso más complicada. No bastaría con generar proyectos económicamente exitosos, con acceso a los mercados, sino que también habrá que explorar la relación que las mujeres tienen respecto al uso del dinero y de igual manera, la relación que las instituciones van forjando en cuanto a la toma de decisiones sobre el “dinero grande” de los grupos de productoras. 
Conclusiones
Después de revisar la experiencia del trabajo con mujeres y los alcances de sus ahorros como capital líquido, podemos concluir que los bancos comunitarios han sido una opción considerable para hacer frente a las necesidades de efectivo en comunidades donde las instituciones financieras son escasas o nulas. La organización en torno a la administración de su propio instrumento de ahorro y crédito fortalece las relaciones entre las mujeres lo que tiene un efecto doble ya que a la par que se genera un capital económico se observa el fortalecimiento del capital social local.
A pesar del éxito que las microfinanzas tienen entre grupos de mujeres, no se observa el mismo comportamiento al momento de emprender un negocio. Para que exista un manejo autónomo de los recursos financieros, no basta con que las mujeres sean capaces de generar ingresos, sino que es prioritario que la relación de los grupos femeninos con el dinero sea transformada realizando una reflexión colectiva.
Bibliografía
Coria, C. (2001). El Sexo Oculto del Dinero. Buenos Aires: Paidós.
López, C. (2 de junio de 2012). Crecen hogares con jefas de familia por violencia intrafamiliar. Noticias.



miércoles, 2 de octubre de 2013

Yo quiero, yo puedo… educar para mejorar la comunicación con mi pareja

Susan Pick
Presidenta Yo quiero Yo puedo (IMIFAP)

A cada rato escuchamos frases como “mi pareja no me entiende”, “estoy enojado con mi mujer, me da una lata horrible”, “estoy harta que mi marido no me ayuda en casa”, “mi suegra se mete hasta la cocina y ella la deja que le siga”, “quiere tener relaciones sexuales a cada rato, y yo no”. Cada vez sabemos de más casos de parejas que se separan, dejan de hablarse, pierden sus trabajos por problemas de pareja; que están deprimidos y con otros problemas de salud, incluyendo alcoholismo porque no saben como enfrentar sus conflictos de pareja. Gran parte de esto se deriva de una inadecuada comunicación.
Comunicarse se refiere a expresar lo que se siente y piensa de forma que el otro lo pueda entender. Implica saber escuchar y saber decir las cosas. Veamos algunas ideas que nos pueden ayudar a mejorarla.
  1. Escucha, NO interpretes. Si tienes duda pregunta. No asumas nada. Habla todo de manera clara y directa.
  2. Ten claro que tu pareja no te va a resolver la vida. Para estar a gusto en tu relación primeramente tienes que estar a gusto contigo mismo. No te enojes con él o ella por cuestiones que son tuyas…o sea conócete.
  3. Date tiempo para ti. No dejes a un lado tu desarrollo pues causará resentimientos, reclamos y enojos que afectan la comunicación y por ende, la relación de pareja. Date por lo menos un par de horas 2 o 3 días a la semana para hacer ejercicio, tomar alguna clase, ir al cine…ese espacio que es tu auto regalo.
  4. Conoce a tu pareja y asegúrate que la aceptas como es, no trates de cambiarla. Tal vez cambien algunas conductas pero básicamente la personalidad no se modificará. Amar significa aceptar al otro como es, con sus defectos y virtudes.
  5. No hablen solo de hijos, familia, la prensa y los problemas. Dense espacios para estar solos y platicar de sus actividades cotidianas, de sus sentimientos, de su filosofía de vida. La base de una intimidad sexual es la intimidad en la comunicación.
  6. No juzgues ni señales. Puedes decirle “yo considero que seria mejor x, “que te parece si platicamos de alternativas”. No uses frases tipo “es que dijiste…”, “lo que pasa es que eres un irresponsable”, “nunca me escuchas”, “eres un perdedor”. Hablar de “tu” o de la persona en lugar de hechos (ej. “creo que hay que comprar más verdura”, “sería excelente que pudieras recoger a Juan hoy”), suena acusatorio y lleva a que uno se ofenda y trate de defenderse, no a resolver el problema.
  7. Respeta a tu pareja, es decir trátalo como otra persona, con sus propios deseos, sueños, intereses y necesidades.
  8. No te enganches en luchas de poder. Si el otro la empieza tu no le sigas. Las relaciones de pareja no son una competencia. Si uno pierde, pierden ambos.
Yo Quiero, Yo Puedo (IMIFAP) es una ONG que desde hace casi 30 años busca despertar el potencial de cada persona mejorando su calidad de vida.
Yo Quiero, Yo Puedo (IMIFAP) ha facilitado las herramientas con más de 20 millones de personas que han ampliado sus oportunidades, participado como ciudadanos y tomado el control de sus vidas.


 

viernes, 6 de septiembre de 2013

La importancia del enfoque de género e interculturalidad en los programas sociales


Delil Athié

Yo quiero Yo puedo (IMIFAP)

www.yoquieroyopuedo.org.mx




Generalmente los programas sociales a nivel internacional y especialmente en los países en desarrollo, se han enfocado en abatir áreas de oportunidad críticas relacionadas con la pobreza y calidad de vida de los diferentes sectores vulnerables de la población. Algunos de los abordajes implican estrategias de bienestar, equidad, antipobreza y/o eficiencia para aumentar así la participación económica. El contexto socio-político y cultural en cada caso establece pautas claves que respaldan y promueven el desarrollo de acciones concretas. En la medida en la que dichas acciones contemplan las características y necesidades de la población a la que van dirigidas, estos programas podrán tener resultados más profundos y de mayor impacto.

La inclusión de un enfoque de género parte de reconocer una diferencia biológica entre hombres y mujeres, la cual se asocia culturalmente con comportamientos, conductas, actividades y espacios que se valoran de forma diferente en la sociedad y sus estructuras; y que pueden producir desigualdad. En los programas sociales se requiere contemplar la importancia de asegurar oportunidades laborales tanto para hombres como para mujeres y cómo identificar las brechas que pueden existir en el contexto para que esto sea una realidad. Una de las oportunidades y grandes impactos que pueden tener los programas sociales es el favorecer la reflexión sobre aspectos de género como: el rol y participación de hombres y mujeres en los ámbitos económicos, políticos, sociales, familiares y laborales; la responsabilidad y oportunidades asignados a las funciones y los valores que una sociedad otorga a los hombres y mujeres, lo que muy poco tiene que ver con su naturaleza biológica o con su diferencia sexual, sino con la construcción social. En la medida en la que se reconoce el género como una construcción social, la cual se transforma, se aprende y se modifica a través del proceso de socialización, es posible fomentar este proceso de transformación de manera integral. Al tener esto claro, las acciones directas de los programas sociales puedan estar encaminadas a construir de manera participativa y activa las estrategias para abordar las necesidades identificadas, buscando la inclusión y participación tanto de hombres como mujeres, para así favorecer cambios con respecto a la desigualdad pero valorando y haciendo evidente la diversidad. Asumir el enfoque de género en los programas sociales implica reconocer que existen identidades y demandas de género específicas y diferenciadas que deben ser asumidas por los proyectos de desarrollo y que para modificar las discriminaciones o inequidades de género, es necesario ubicarse desde una perspectiva de cambio en estas relaciones.

En el caso de la interculturalidad, este enfoque implica la integración y convivencia entre culturas con un proceso dinámico y sostenido de aprendizaje y comunicación superando prejuicios, asimetrías, desigualdades o racismo por dichas diferencias. No sólo implica reconocer al otro sino entender que dicha relación e interacción enriquece la construcción social y busca el desarrollo de una realidad común. Para esto se requiere el contemplar la diversidad de perspectivas étnicas y culturales como por ejemplo de los pueblos indígenas, reconociendo sus necesidades y participación como actores clave de la implementación de dichos programas y no solamente como beneficiarios pasivos. Es importante considerar como la educación es un recurso mediante el cual se puede construir un entorno de respeto y reconocimiento de la diversidad cultural.

En la medida en la que en los programas sociales se identifica cómo los roles, estereotipos, tradiciones, valores, costumbres y significados socialmente construidos impulsan u obstaculizan las oportunidades, los derechos y las libertades para mujeres y hombres con diferentes identidades culturales, durante su ciclo de vida, impactando en aspectos: sociales, culturales, políticos y económicos, es que las estrategias y acciones a implementarse pueden tener un impacto más significativo en la transformación social y abordaje integral de la pobreza. Este enfoque permite identificar los mecanismos y las causas culturales y sociales que determinan y estructuran la desigualdad de oportunidades y derechos entre mujeres y hombres, de tal manera que no sólo se abordan los efectos evidentes, sino que se trabaja en ir transformando a fondo las raíces sobre las que están construidas esas problemáticas o necesidades.

Por otro lado, la puesta en acción de dichos programas depende de cada uno de nosotros, de la responsabilidad individual que en lo colectivo lleva a verdaderos cambios. De esta manera es posible que se transformen los procesos de socialización, para que reconociendo las diferencias y diversidad, logremos asegurar la dignidad, respeto y oportunidades para todos y todas desde un ámbito de equidad.



lunes, 29 de julio de 2013

La importancia de saber educar para saber desobedecer


Susan Pick           
Presidenta de Yo quiero Yo puedo (IMIFAP)
www.yoquieroyopuedo.org.mx

Nuestra educación tanto en el hogar como en la escuela ve a la obediencia como uno de los más altos valores; a quedar bien con los demás, a ser “bien educado”. Muchos podrían exclamar: “¡Qué maravilla!, un país de gente obediente, bien educada, preocupada por los demás”. Pero no es tan sencillo. Más bien, obedecemos muchas cosas que deberíamos desobedecer y desobedecemos muchas que deberíamos valorar.



Así por ejemplo con frecuencia desobedecemos reglas de tránsito llevando a accidentes, no valoramos y por lo tanto, desobedecemos la legalidad llevando a corrupción en diferentes niveles, no respetamos (desobedecemos) los lugares de cada persona que va formada en una cola llevando a desorden y enojo por parte de aquellos cuyo espacio estamos violando.



Por otro lado, obedecemos y por lo tanto, valoramos muchas normas que deberíamos desobedecer. Por ejemplo para obtener poder somos capaces de mentir con impresionante facilidad, al apreciar una determinada imagen pública por encima de la verdad valoramos el engaño y al encubrir trampas y abusos estamos obedeciendo y valorando algo contra lo que deberíamos luchar.



Nos encontramos ante la disyuntiva: ¿Cuáles valores deberíamos promover y de que manera? ¿Cómo vamos a aprender a obedecer lo que hay que obedecer y desobedecer aquello ante lo cual nos urge rebelarnos? ¿Qué pasos debemos seguir para valorar aquellos que nos permita abrirnos nuevas y mejores oportunidades?



Se requieren pasos que son sencillos de entender, no tan fáciles de instrumentar. Veamos. En paralelo con entender la confusión entre obediencia y desobediencia que acabo de describir, podremos apartarnos de ella e ir construyendo una formación diferente tanto en la casa como en la escuela y los medios masivos. Esta podrá estar basada en valores orientados al crecimiento de toda persona no solo del político o del educador, a una toma de decisiones informada, autónoma y responsable en lugar de a una ciega obediencia, a una comunicación directa y transparente en lugar de una que oculta y confunde, a políticas públicas orientadas al desarrollo individual, familiar y comunitario no solo a regalar dinero y despensas, a quedar bien y “hacer como que hacemos”; mucho menos solo al poder y al “cuatismo”. Si logramos valorar, desarrollar y utilizar este tipo de habilidades para la vida estaremos cambiando valores de sumisión, apariencia y mentira por participación responsable, análisis y transparencia (base de una ciudadanía participativa y responsable y la verdadera democracia). Asimismo podremos convertir estos valores en conductas concretas que nos abrirán las puertas del desarrollo como personas y como país.



Al tomar este tipo de valores como punto de partida, estaremos formando mexicanos que sean agentes de sus propias vidas, las de sus familias y comunidades en sustitución del status quo actual de mexicanos que vivimos en el miedo, mentira, enojo y pena y, que valoren la iniciativa y la productividad en lugar de la obediencia y sumisión.



Yo Quiero, Yo Puedo (IMIFAP) es una ONG que desde hace casi 30 años busca despertar el potencial de cada persona mejorando su calidad de vida.



Yo Quiero, Yo Puedo (IMIFAP) ha facilitado las herramientas con más de 20 millones de personas que han ampliado sus oportunidades, participado como ciudadanos y tomado el control de sus vidas.

www.yoquieroyopuedo.org.mx





Bienvenidos al blog Yo quiero Yo puedo

Martha Debayle

En tiempos de agitaciones y crisis sociales como los que estamos viviendo; días difíciles en los que se reducen los espacios para el amor fraternal, la tolerancia y la sana convivencia familiar, brota la necesidad de una transformación que aumente nuestro bienestar y nos ayude a cambiar nuestro entorno. Por ello,  Yo quiero Yo puedo quiere hoy dar la bienvenida al movimiento que brinda la motivación y las herramientas para cambiar nuestras vidas. Yo quiero Yo puedo es la nueva imagen del trabajo de más de 25 años de IMIFAP, y llega con la fuerza necesaria para seguir motivando a las personas a ser agentes de cambio de sus vidas, las de sus familias y comunidades. Nueva imagen, metas más amplias y más fuertes, de un movimiento que rompe con la violencia, la indiferencia, y facilita habilidades para la vida para que las personas se conviertan en agentes de cambio, logrando la mejora integral de sus propias vidas y el desarrollo de la sociedad.



Yo quiero Yo puedo se enfoca en lograr el desarrollo de una ciudadanía participativa, trabajando por la solidaridad y rompiendo con  la culpa, el miedo y la pena, que nos imposibilitan conocernos, conectar con los demás y ser mejores ciudadanos. Hoy te invita a ser parte de su ánimo, Yo Quiero Yo puedo te da la bienvenida a su nueva etapa, en la que trabajar vivencial y participativamente para lograr el empoderamiento de las personas, es su fundamento para la evolución de nuestras sociedades.
 

Con la disposición para mejorar nuestras vidas, cambiamos nuestro contexto, porque motivamos la participación responsable de los demás, en los ejes principales de Educación, Salud, Ciudadanía y Productividad, y con ello, actuamos con la  toma de decisiones informadas y responsables a favor de la prevención de enfermedades físicas y emocionales.
México a pesar de sus problemas, cuenta con una sociedad fuerte que lucha y trabaja por sobrevivir cada día, y en ese esfuerzo es capaz de superar sus barreras, es un país que cuenta con personas capaces de romper con sus ataduras, personas que quieren y pueden ser agentes de cambio de sus vidas y de sus comunidades. Primero solos y luego acompañados vamos a transformar nuestro entorno, nuestro país;  Yo quiero Yo puedo es el movimiento que empuja a la transformación para ser mejores. El movimiento Yo quiero Yo puedo está en marcha y tú estás en él. Porque Tú quieres, Tú Puedes.